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(Lo Interno) De la ciudad dormitorio al Pandemonium

Karla D. Pérez Poleo

Caracas colapsó. Creo que eso no lo pone en duda nadie quien transite por sus calles. Si ya en este país era casi tradición ser impuntual, ahora es algo normal. “La reunión en ‘teoría’ es a las 2 de la tarde”, es común escuchar eso, pero la traducción simultanea es: “te dije como a las 2pm para que llegues a eso de 4pm a 4:30pm”.

Tenía por costumbre ser puntual, aún lo trato, pero se me hace complicado.

Un día en mi vida es levantarse a las 4 a. m., para salir a más tardar a las 4:45 a. m. para agarrar el autobús. “Tranquila, si sales ahorita llegas a tiempo... ¿A quién engaño?”.

Intento recuperar unas horas de sueño en el camino. Pero en realidad es tan fuerte la cola para subir de Caracas a Guarenas que recupero tres horas más. “Ve el lado positivo, estas durmiendo meja”.

Obstinación. Impotencia. A veces ira, incluso hasta odio. A veces me pregunto ¿y hasta cuanto aguantaremos esto? No veo muy seguro subir desde en Guarenas a Caracas en bicicleta, porque cuando llegue, si es que llego, por lo menos necesitaré un calmante muscular. “Este cuerpito no aguanta eso”.

El hecho es que me cansé. Así como lo estamos todos. En estos días veía con mi pareja un programa acerca de los sistemas de trasportes y cómo en algunas ciudades tratan de manejar el problema del tráfico. Estamos a punto de convertir a Caracas y sus alrededores en un gran estacionamiento.

¿Mi recomendación? Deje su carro, camine, olvídese de su vehículo. Véalo como una forma ejercitarse mientras intenta esquivar a la gente en el metro, hable con su pareja o hijos cuando vaya en la camionetita, lea un libro, organice su agenda, es más, autoengañese. Piense que le hace un favor al mundo o invéntese cualquier otra excusa.

Lo cierto es que debe llenarse de paciencia, porque aún ni siquiera hemos empezado a trabajar en una solución al problema.

Nos leemos luego.

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